II ENCUENTRO: EDIFICADOS SOBRE ROCA

Más allá de un 2 de mayo…

Durante los días 7 al 9 del pasado mes de mayo se celebró en Móstoles (Madrid) el II Encuentro Laicos en Marcha organizado por el Instituto Secular Cruzados de Santa María. El lema de la presente edición fue «Edificados sobre roca».

Suele decirse, con algo de sorna y no poca razón, que los españoles somos capaces de un dos de mayo, pero ya no tanto de un tres, de un cuatro, de un cinco… Es verdad, y puede valer esto también para los católicos, que podemos lanzarnos en una arremetida momentánea a las llamas de un acto heroico, pero somos más remisos a una presencia transformadora y coherente en nuestra vida cotidiana, como bautizados y como apóstoles en medio del mundo. No es exagerado hablar, especialmente hoy, de una asignatura pendiente.

Móstoles fue precisamente el escenario de aquel levantamiento de un pueblo valiente y fiel a su identidad y a su religión frente al invasor laicista (Napoleón y sus enfants de la Patrie) un dos de mayo de 1808. La hermosa localidad del sur de Madrid ha venido también a ser el cenáculo de un nuevo Pentecostés, de cuyos frutos tendrá que dar testimonio la gracia de Dios y nuestra perseverancia en fidelidad. Lo que sí está claro es que hemos sido llamados a anunciar el Evangelio desde dentro de este mundo. Somos profetas de «la hora del laicado», de la gozosa responsabilidad misionera de los bautizados llamados a tomar conciencia de su fe, de esta «hora» de Dios que está resonando en este mundo nuestro, que no ha sido encomendado y que quiere prescindir de Él.

El hombre que aprendió a subir bajando

Se inició el Encuentro con un concierto-homenaje dedicado a Abelardo de Armas con ocasión de su 80 cumpleaños. Abelardo, cofundador junto con el siervo de Dios P. Tomás Morales de los Cruzados de Santa María y de la Milicia de Santa María, no pudo estar presente en dicho homenaje a causa de la enfermedad neurológica que padece desde hace una docena de años. Pero la fuerza de Dios, su Espíritu de amor, de consuelo y unidad, nos lo acercó tal vez con más fuerza y eficacia que nunca.

Abelardo estaba presente, sí. Los cientos de asistentes al acto testimoniaron con su presencia, afecto y agradecimiento hacia su persona, hacia su vida, su espiritualidad y su fecunda labor apostólica. La intensidad de los momentos vividos es difícil de reflejar con simples palabras. De modo especial se dejaba sentir la hondura de lo vivido entre los que hace muchos años conocieron y trataron a este hombre de Dios que nos enseñó a subir a bajando… Hombres que frisaban los cuarenta y los cincuenta, llorando como niños y dando gracias a Dios por la gracia de haber vivido junto a él… y por seguirle, a él y a Aquel a quien él sigue. Muchos de ellos acudieron al reencuentro emocionante tras muchos años. Familias, nuevos jóvenes que se han incorporado a la Milicia, colaboradores de los Cruzados… esta partecita de la Iglesia que quiere tanto a la Virgen y que sigue las huellas de la «madrecita nuestra en la fe», como les gustaba llamarla a Abelardo y al padre Morales.

 

Por los caminos del mundo

El sábado 8 los asistentes al Encuentro participaron en los talleres sobre «Ámbitos de Evangelización» cuyos títulos y contenidos abarcaban los más diversos aspectos: Educación, Familia, Voluntariado, Juventud, Trabajo y vida pública, Música y arte, Cultura y pensamiento, Medios de comunicación, Cultura de la vida… Cada sesión se inició con una ponencia desarrollada por expertos, al hilo de la cual los asistentes aportaron su experiencia de evangelización como laicos en el mundo.

No faltó por la tarde, en la Casa de Cultura, la ocasión para el encuentro y momentos inolvidables como los que nos dedicó el ilusionista Roberto Sirgo. Su aportación fue ejemplo evidente de una obra bien hecha, ofrecida con intenso afecto a los próximos, a lo que nos une y a lo que nos impulsa. Porque un cristiano tiene que hacer las cosas con la máxima perfección humana de la que es capaz. Porque se toma en serio el mundo, lo transforma y lo hace más humano, y porque vive en él sembrando ilusión y esperanza, movido por el amor de Dios y a sus hermanos los hombres.

Finalizó la jornada con una vigilia de oración en torno a Cristo Eucaristía, presidida por D. Rafael Zornoza, obispo auxiliar de Getafe, en la que se escucharon varios testimonios expuestos por jóvenes, un matrimonio, una religiosa y un sacerdote.

 

Pista de despegue

En la mañana del día 9, tras un encuentro de oración en común, se celebró una asamblea general en la que se expusieron las conclusiones del Encuentro y se abrieron perspectivas de acción. Especialmente alentadoras fueron las palabras de D. Juan José Rodríguez, Delegado de Apostolado seglar de la Diócesis de Getafe y de D. Fernando Martín, Director General de los Cruzados de Santa María, invitando a los laicos a un triple diálogo: con el Señor a través de la oración; con cada persona a través del apostolado personal «alma a alma»; y con la Iglesia como institución, a través de una sintonía en la acción y el apoyo de sus obras e iniciativas. En las actividades participaron laicos y familias de Móstoles, animados por la diócesis.

Concluyó el Encuentro con la Eucaristía presidida por D. Joaquín Mª López de Andujar, obispo de Getafe, que agradeció la elección nuevamente de su diócesis para la realización de este II Encuentro, y animó a proseguir profundizando en esta labor de concienciación de los laicos como agentes de evangelización.
Ahora comienza el trabajo en el día a día, estimulados por esa plataforma de movilización de los laicos cristianos que es ‘Laicos en marcha’. Encuentros como el vivido en Móstoles suponen un fuerte impulso, además de un momento de gracia del Señor. Estamos en la piste de despegue y empezamos a elevarnos, movidos por las alas del Espíritu. Destino: nuestros ambientes, lugar de encuentro cotidiano de Dios y de testimonio de la experiencia que ha cambiado nuestras vidas.

Benedicto XVI nos da la pauta a seguir, cuando al dirigirse a los obispos portugueses en Fátima, el 13 mayo, les decía y nos animaba también a nosotros, laicos en marcha, a «recuperar el fervor de los orígenes, la alegría del comienzo de la experiencia cristiana, haciéndose acompañar por Cristo como los discípulos de Emaús el día de Pascua, dejando que su palabra nos encienda el corazón, que el pan partido abra nuestros ojos a la contemplación de su rostro…» y a «responder con creatividad a todas las pobrezas, incluida la de la falta de sentido de la vida y la ausencia de esperanza.» Qué bien suenan estas palabras, qué seguridad nos aporta la exigencia que conllevan. Nos parece escuchar de nuevo al P. Morales, a Abelardo…
Somos llamados a una misión providencial, convocados a construir la Ciudad de Dios en este mundo, edificando sobre la Roca, Cristo.